Leyendo una revista del sábado del Mercurio antigua, esa donde sale Julito Martínez con pelo y sin cara de huevo, leo religiosamente la columna de Francisco Mouat, habla sobre el dolor y la muerte del hijo de Cristián Warnken (su hijo de tres años murió ahogado en la piscina de la casa) y de cómo el ser humano es capaz de sobrepasar la barrera del dolor y lograr llevar una vida normal con un par de piedras sobre la espalda la vida entera... y me acordé de mí.
No es comparable el dolor de un hijo perdido con una pena de amor, en ningún caso, pero sí el aprender a vivir con el peso en la espalda y eventualmente lograr sacar lo bueno de las malas experiencias y empezar a sentirse mas liviano. Así estoy, a flote de nuevo, sin nada que me guíe hacia el fondo, más feliz que nunca y agradecida de todo, lo bueno y lo malo. El dolor se acabó y sólo rescato lo que aprendí y efectivamente lo estoy aplicando. Y para quienes piensan que salir del hoyo es imposible, he aquí una que lo logró. A veces se gana y otras veces se pierde, pero agradezcamos por el camino recorrido y lo aprendido en el intertanto... miremos el vaso medio lleno, la vida es como la célula, esforzarse por cumplir el deseo, independiente de que en el camino hayamos perdido las 25 lucas jajajaja.
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